Hace ya casi una semana, con mucha expectación, bombos y platillos, la Iglesia Católica entregó oficialmente al Presidente su propuesta de aplicación de un indulto con motivo del Bicentenario de la República.
Frente a lo que se propuso, ya hay una respuesta de parte del Gobierno que se mostró contrario a la aplicación del indulto general (como lo proponían en principio los religiosos) y que, con Piñera a la cabeza, dejó en claro que de otorgarse el beneficio exclusivo- sólo el presidente puede darlo- sería para ciertos casos que se examinarían uno a uno. De paso, también se dejó fuera la posibilidad de que el indulto fuera aplicable para condenados por violaciones a los Derechos Humanos, abusadores de menores, asesinos, entre otros.
Más allá del nivel de acuerdo en que puedan estar, el hecho de que en numerosos artículos de prensa o espacios de radio y televisión se haga notar con marcador que es necesaria la separación de la Iglesia como institución con el Gobierno, me hace sentir y pensar en una cierta alergia, algo semejante a ser quisquilloso, o a ese "andar saltón" que tienen los que han robado y quieren ocultarlo o los que hace mucho ya no tienen vacaciones.
Para los que de inmediato intentan descartar las acciones u opiniones que pueda emitir la Iglesia, trayendo a colación la revolución francesa, la separación de los poderes del estado y hasta rasgándose la pechera dispuestos a defender la secularidad; pareciera conveniente el hacer una comparación de dos puntos.
Anteriormente escribí sobre el matrimonio homosexual, que en Argentina fue aprobado y que recibió los vítores de quienes también hablan de la necesidad de un gobierno independiente de los conceptos morales o criterios de la Iglesia. Defienden la posibilidad de que las personas de un mismo sexo se puedan casar y puedan andar de la mano a todos lados sin ser discriminados o sin que se haga diferencia alguna, sacando a relucir el escudo y la lanza de "las minorías" y del derecho a igualdad, a expresión y libertad.
Sin el ánimo ínfimo de criticar, me pregunto entonces cuál es el punto de vista que se puede tomar cuando una institución religiosa da su parecer- y propone, no se limita a criticar- en una materia tan delicada como la aplicación del perdón frente a quienes han sido privados de libertad- es decir, de pertenecer realmente a la sociedad- por delitos frente a los que han mostrado arrepentimiento o por los que han cumplido una serie de requisitos que los hacen considerables a la hora de hablar de indulto.
No queda más que aplicar la misma lógica de las "minorías". Hay quienes argumentan que la Iglesia hace mucho ya dejó de ser mayoritaria en Chile. Mayor razón entonces! Si es que ya no es esa "gran masa" y está haciendo una propuesta que no apunta sino a buscar un beneficio ¿Por qué entonces es posible ver una reacción tan ácida desde algunos sectores sociales? ¿Por qué aparecen los ofuscados, los tembleques, los amantes de la anarquía, desacreditando de inmediato la actuación de una institución religiosa? ¿Y por qué no se ataca de la misma forma a los evangélicos que también hicieron su entrega de propuesta?
Si los mapuches presentan una idea para repartir las tierras o para convivir de manera autónoma pero en paz ¿También se les va a desacreditar de la misma forma? A veces, aunque no nos caiga bien el de al lado, hay que ser un poco más humildes y reconocer que puede tener una buena idea.
Por otra parte, llama la atención cómo una propuesta seria como la que se presentó fue desechada en tiempo récord por parte del gobierno. Mejor dicho, por parte del presidente, ya que es una materia donde la decisión exclusiva recae en su figura omnipotente. En cuatro días ya tenía resuelto dar de baja la idea. Quizás podría aplicar los mismos principios de eficiencia con temas como la venta de Chilevisión o de las acciones de Colo- Colo. Aunque no esté obligado por ley a vender éstas últimas, se "vería más lindo" si lo hiciera.
La respuesta social al hecho de que la Iglesia haya presentado una idea de indulto es lamentable. No son pocos los foros en medios de comunicación donde algunos hasta agradecen el hecho de que los católicos estén yendo a la baja dentro del país. Y personalmente no soy de los que lamenta o celebra el dato. El punto que pretendo remarcar, es que, si bien la idea de una religión con poderes gobernantes no es la mejor de todas, tampoco lo es el pasar al extremo opuesto desacreditando absolutamente todo lo que de esa fuente salga como propuesta. Muchos fanáticos de la anti- religiosidad olvidan que en tiempos difíciles eran esos mismos curas a los que ahora consideran inapropiados para opinar en una materia como esta, los que les salvaron familiares e incluso a ellos mismos.
No hay que ser amigo de los extremos. El obrero no es enemigo del empleador ni éste un depredador del primero. Ésa lógica es la que nos ha hecho fracasar política y socialmente hasta ahora. Es de tontos aplicar la misma filosofía entre los que creen y no creen, los que se persignan y los que no. Al fin y al cabo, el país sigue siendo igual de angosto y de alguna forma hay que lograr acomodarse.
Frente a lo que se propuso, ya hay una respuesta de parte del Gobierno que se mostró contrario a la aplicación del indulto general (como lo proponían en principio los religiosos) y que, con Piñera a la cabeza, dejó en claro que de otorgarse el beneficio exclusivo- sólo el presidente puede darlo- sería para ciertos casos que se examinarían uno a uno. De paso, también se dejó fuera la posibilidad de que el indulto fuera aplicable para condenados por violaciones a los Derechos Humanos, abusadores de menores, asesinos, entre otros.
Más allá del nivel de acuerdo en que puedan estar, el hecho de que en numerosos artículos de prensa o espacios de radio y televisión se haga notar con marcador que es necesaria la separación de la Iglesia como institución con el Gobierno, me hace sentir y pensar en una cierta alergia, algo semejante a ser quisquilloso, o a ese "andar saltón" que tienen los que han robado y quieren ocultarlo o los que hace mucho ya no tienen vacaciones.
Para los que de inmediato intentan descartar las acciones u opiniones que pueda emitir la Iglesia, trayendo a colación la revolución francesa, la separación de los poderes del estado y hasta rasgándose la pechera dispuestos a defender la secularidad; pareciera conveniente el hacer una comparación de dos puntos.
Anteriormente escribí sobre el matrimonio homosexual, que en Argentina fue aprobado y que recibió los vítores de quienes también hablan de la necesidad de un gobierno independiente de los conceptos morales o criterios de la Iglesia. Defienden la posibilidad de que las personas de un mismo sexo se puedan casar y puedan andar de la mano a todos lados sin ser discriminados o sin que se haga diferencia alguna, sacando a relucir el escudo y la lanza de "las minorías" y del derecho a igualdad, a expresión y libertad.
Sin el ánimo ínfimo de criticar, me pregunto entonces cuál es el punto de vista que se puede tomar cuando una institución religiosa da su parecer- y propone, no se limita a criticar- en una materia tan delicada como la aplicación del perdón frente a quienes han sido privados de libertad- es decir, de pertenecer realmente a la sociedad- por delitos frente a los que han mostrado arrepentimiento o por los que han cumplido una serie de requisitos que los hacen considerables a la hora de hablar de indulto.
No queda más que aplicar la misma lógica de las "minorías". Hay quienes argumentan que la Iglesia hace mucho ya dejó de ser mayoritaria en Chile. Mayor razón entonces! Si es que ya no es esa "gran masa" y está haciendo una propuesta que no apunta sino a buscar un beneficio ¿Por qué entonces es posible ver una reacción tan ácida desde algunos sectores sociales? ¿Por qué aparecen los ofuscados, los tembleques, los amantes de la anarquía, desacreditando de inmediato la actuación de una institución religiosa? ¿Y por qué no se ataca de la misma forma a los evangélicos que también hicieron su entrega de propuesta?
Si los mapuches presentan una idea para repartir las tierras o para convivir de manera autónoma pero en paz ¿También se les va a desacreditar de la misma forma? A veces, aunque no nos caiga bien el de al lado, hay que ser un poco más humildes y reconocer que puede tener una buena idea.
Por otra parte, llama la atención cómo una propuesta seria como la que se presentó fue desechada en tiempo récord por parte del gobierno. Mejor dicho, por parte del presidente, ya que es una materia donde la decisión exclusiva recae en su figura omnipotente. En cuatro días ya tenía resuelto dar de baja la idea. Quizás podría aplicar los mismos principios de eficiencia con temas como la venta de Chilevisión o de las acciones de Colo- Colo. Aunque no esté obligado por ley a vender éstas últimas, se "vería más lindo" si lo hiciera.
La respuesta social al hecho de que la Iglesia haya presentado una idea de indulto es lamentable. No son pocos los foros en medios de comunicación donde algunos hasta agradecen el hecho de que los católicos estén yendo a la baja dentro del país. Y personalmente no soy de los que lamenta o celebra el dato. El punto que pretendo remarcar, es que, si bien la idea de una religión con poderes gobernantes no es la mejor de todas, tampoco lo es el pasar al extremo opuesto desacreditando absolutamente todo lo que de esa fuente salga como propuesta. Muchos fanáticos de la anti- religiosidad olvidan que en tiempos difíciles eran esos mismos curas a los que ahora consideran inapropiados para opinar en una materia como esta, los que les salvaron familiares e incluso a ellos mismos.
No hay que ser amigo de los extremos. El obrero no es enemigo del empleador ni éste un depredador del primero. Ésa lógica es la que nos ha hecho fracasar política y socialmente hasta ahora. Es de tontos aplicar la misma filosofía entre los que creen y no creen, los que se persignan y los que no. Al fin y al cabo, el país sigue siendo igual de angosto y de alguna forma hay que lograr acomodarse.