lunes, 29 de agosto de 2011

Por los Ojos de Camila.


Pareciera ser que la belleza y la memoria son tan incompatibles como la mermelada y un motor de auto. El valor que se le entrega a una buena apariencia física hoy por hoy llega a ser, si no peligrosos, al menos de cuidado; y para quienes quepan dudas de lo que digo, basta con que vea a quien habla sobre el escenario durante la próxima movilización de estudiantes y entenderá a lo que voy.

Personalmente, confieso que la apariencia de Camila Vallejos (esa heroína pseudo setentera con más fuerza de convicción que toda una oposición política) al igual que a muchos, me deslumbró. Bastaba ver la cara de cierto panelista de Tolerancia Cero (del que no recuerdo el nombre y sólo por eso no menciono) para entender que la mezcla entre su juventud, fuerza, decisión e inteligencia eran irresistibles.

Pero como hasta las creaciones más grandes, ella tiene un punto débil. Y es que tanta berborrea poéticamente política (o políticamente poética, si se quiere) termina por desnudar ese afán interno de ella y de otro 3% electoral por revivir el Chile del obrero, del poder del pueblo, de Sol y Lluvia y de ropa altiplánica o rotundamente sencilla.

Y si bien no creo para nada que sea un problema el querer una sociedad más pareja en la que, si no vamos a ser todos absolutamente iguales en cuanto a lo que tenemos, por lo bajo no permitamos que exista la msieria; sí pareciera necesario hacer un alto y entender que la línea entre las solicitudes legítimas de las personas y el extremo político es muy delgada.

La marcha, la protesta que trastorna en algun grado la vida común y corriente de la ciudadanía, es por lejos el mecanísmo más efectivo contra el abuso de poder y en favor de los cambios que se piden en un determinado momento. Lo demuestran episodios como la Revolución Francesa, la Revolución Rusa y otros más modernos como la caída de Mubarak en Egipto o Gadafi en Libia. Ni siquiera los representantes del pueblo en el Congreso resultan capaces de manifestar de forma tan sincera las aspiraciones y/o necesidades de las personas.

El problema surge cuando- como ahora- empieza a salir una hediondez típica del revolucionario sudado, ese que siente que ya tiene el respaldo suficiente para poder exigir ante cualquier autoridad lo que quiere y sabe que va a contar con el apoyo de la gente que, con buena intención y un hastío genuíno, levanta el puño cerrado y grita y baila y llena las calles y se maravilla con lo que puede lograr la gente común y corriente. Es un efecto encandilante que, al igual que las ovejas que corren despavoridas cuando el perro las sigue, se contagia incluso entre aquellas que sólo escuchan un ladrido lejano.

Si el movimiento social/ estudiantil ha tenido el arrastre que ha tenido, no ha sido por los ojos de Camila ni su pelo o la simpleza con que viste (a pesar de que todo esto la reviste de un embalaje mucho mas interesante). Sí hay que darle crédito a sus palabras (fruto de un buen tiempo de estudio en su ideológicamente natal Cuba) pero no más del que merece. Ella ha sido lo suficientemente lista para saber encauzar los anhelos y las frustraciones de muchos, pero no creó tales sentimientos y frustraciones. No se trata de ella, no se trata de Giorgio (marcadamente más centralizado y por ello tal vez menos protagonista) ni del manoseado y caradura dirigente del Colegio de Profesores. Se trata de todos nosotros, de la sociedad como una sola y de la intolerancia al abuso contínuo del que hemos sido objeto.

Si los de un lado no saben cómo dejarnos felices y los del otro cómo sacar provecho político de lo que ocurre es porque no entienden- o se niegan a entender- lo que sucede y porque no hay un caudillo a quien socavar para subir dos puntos en la próxima encuesta. El momento de demostrar que el enojo es verdadero es ahora. El momento de exigir firme pero responsablemente los cambios que se quieren es ahora y dependerá de nosotros, nuestras visceras y nuestros cerebros el saber sacar ventaja de lo que sucede y lograr efectivamente las metas propuestas (o al menos una buena parte dellas) o pasar a la historia como otro momento de tensión social que luego se superó con negociaciones de escritorio y "reformas" económicas que al cabo de unos años siguen siendo la "misma mierda con distintas moscas".

Camila es bella, es inteligente y tiene un verso envidiable, pero no es nosotros ni nosotros somos ella. No vayamos a cagarlas entregándole todo lo que legítimamente aspiramos a lograr y enarbolándo inconscientemente una bandera que no queremos (los que realmente no queremos; ahora, si usted descubrió después de años que en realidad es comunista, juegue libre); centremos la atención en el contenido, en las palabras y no vayamos a las calles por los ojos de Camila.

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