jueves, 26 de agosto de 2010

La nueva forma de... "termocracia".

"Se nos dirá que la planta contará con dispositivos para disminuir la emisión de contaminantes. Se dirá -ya se dice- que el Presidente prometió no permitir plantas que contaminaran, pero ésta no lo haría. ¿No lo hará? En los propios documentos del proyecto se estipula que las emisiones serán de 4,5 toneladas al día de material particulado, nueve toneladas al día de SO2 y 31,8 toneladas al día de óxido nitroso. Eso equivale a 1.642 toneladas al año de material particulado, 3.285 toneladas al año de SO2 y 11.607 toneladas al año de óxido nitroso. Tal vez los inversionistas lo consideren todo un "logro". Y eso, si los sistemas funcionan a la perfección y la fiscalización cumple con hacer mantener dichos estándares".

(La Tercera 26/8/2010, artículo de Fernando Villegas).

Hace dos días se produjo una primera gran manifestación ciudadana con el objetivo de defender la localidad de Punta de Choros, la reserva del Pingüino de Humboldt y en general, la gran variedad de fauna marina que se ve en peligro frente al proyecto de la termoeléctrica que Suez Energy pretende instalar en esa zona del país.

Las protestas van a continuar a pesar de que el presidente dijo que se iba a trasladar la termoeléctrica a otro lugar. ¿Por qué? Por el simple hecho de que lo que prometió en su campaña, mientras promovía la nueva forma de gobernar, no fue sino directamente que no iba a permitir el desarrollo de plantas generadoras termoeléctricas en nuestro país. Lo afirmó en el caso específico de Punta de Choros y en general; como quien dice, descartando la opción para ese tipo de fuente energética.

Entonces, vale preguntarse por qué ahora estas diferencias en el plan contratado. Si más del 50 por ciento de la población creyó en esta nueva forma de hacer gobierno ¿Por qué ahora se cambian las condiciones de contrato? ¿Hasta cuando se va a jugar con la letra chica y las salvedades y términos que más tarde eximan de cumplir las promesas tal cual como se hicieron?

Amaro Gómez Pablos preguntó a Piñera- durante su campaña- si es que iba a permitir el desarrollo de este tipo de energía. En dos ocasiones, frente a la pregunta y contrapregunta, el entonces candidato dijo que no lo aceptaría. Claro que en segunda instancia, dijo que no iba a aceptar el desarrollo de plantas "altamente contaminantes", es decir, las que no lo sean tanto, tienen luz verde.

La cifras que entrega Villegas en su columna, nos demuestran que una planta "no tan contaminante" podría arrojar más de 16 mil 500 toneladas de desperdicios producto de sus faenas ¿Será necesario decir que no basta sólo con defender a los pingüinos? ¿Hasta cuando vamos a hipotecar el futuro natural del país en favor de la falta de escrúpulos de un puñado de señores bonachones de papada regordeta y cuello y corbata?

La COREMA de Coquimbo debiese estar sepultada en su vergüenza. Las autoridades del país han estado, desde hace años- porque esto no es algo de este gobierno nada más- jugando con el equilibrio ecológico. Es algo más que sabido que nuestros criterios o estándares y exigencias a la hora de hacer respetar y cuidar el medioambiente a quienes pretenden invertir acá son bajísimas, por no decir casi burlescas.

Sigue fresco en la memoria el caso de la celulosa Arauco. Y ése es apenas un sólo ejemplo. ¿Que tiene que pasar para que por fin tengamos políticas medioambientales serias?

No se trata de crear ministerios de medioambiente. Eso servirá tanto como cenicero de moto si a la hora de tomar acciones no se hará nada. No sirve prometer en campaña si después- con todo respeto- nos haremos los huevones y vamos a buscar la sombra de la letra chica o los términos difusos, como el sí de un novio que ya tiene amante.

Lo que hay en nuestras costas, nuestros bosques y en general en todo el territorio es único e irreemplazable. Si lo matamos hoy, no va a renacer mañana, sino en muchos años más si es que.

El que se haya podido organizar la protesta habla de un porcentaje de ciudadanía que está entendiendo el mensaje. Estamos despertando. Pero en vez de dos mil, debiéramos ser más los dispuestos a salir a las calles para reclamar porque se respete un derecho fundamental, como el tener acceso a un medioambiente limpio. Si podemos salir a reventar las calles gritando cuando gana la selección, si podemos salir a protestar cuando los sueldos son bajos ¿qué hace que el daño a nuestro ambiente sea menos digno de reclamo?

Cuando nuestros descendientes tengan acceso a una costa limpia, cuando puedan disrutar de nuestros bosques- que serán suyos- nos van a agradecer el haber peleado aguantando gases lacrimógenos con tal de que se dejaran de hacer festín de letras chicas y palabrerías poco claras y turbias. Si, por el contrario, a futuro las únicas aguas cristalinas que puedan ver sean las de las fotografías que se tomaron hace años, por fin vamos a entender la cagada que se habrá dejado y nos vamos a reclinar pensando "por qué no actuamos cuando pudimos".


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