Qué mejor ejemplo de buenas noticias! cuando ya casi se estaba transformando en una rutina ver en la televisión las pocas novedades y una que otra información negativa, un simple papel con dos líneas hizo saltar de alegría a todo el país.
"Estamos bien, en el refugio los 33". Fuerte y claro, una comunicación técnica, precisa, sin emociones explícitas pero cargada de esperanza y llena de lo que tantos queríamos oír. Los mineros están a la espera de las manos que los van a sacar de ahí, de los abrazos de sus familiares, del aplauso de todo un país que por segunda vez en el año se vio golpeado por una catástrofe.
Estamos en el momento de la emoción. De sacar nuevamente la bandera y verla flamear con ganas y orgullo, pero no seamos tan chilenos. Vayamos un poco más allá del himno y de las "patitas" de cueca que se han podido ver hasta en las calles de Santiago, y pensemos de inmediato en qué hacer para que los episodios del tipo "San José" no se repitan.
No basta con ver quiénes fueron los responsables de este hecho puntual. Hay que saber actuar y presionar para que en los escritorios del alto mando laboral por fin la conciencia de la necesidad de las buenas condiciones de seguridad eche raíces. Para que, sin importar de quién o quiénes hablemos- mineros, pesqueros, agricultores, etc.- sepamos que se habla de grupos de gente que recibe una protección proporcional a su esfuerzo.
Sí, hay que celebrar, esta bien la felicidad luego de un logro como este. Nuevamente ante la adversidad la gente supo ponerse de pie y nuevamente, la preocupación de todo el país se hizo notar. Pero entre los globos, el festejo y los cantos, démonos el tiempo necesario- sino obligatorio- para evitar nuevos episodios lamentables.
Aunque no soy cercano a las demostraciones de chilenismo de las que tanto jolgorio se ha mostrado a través de las cámaras de televisión, sí creo que es justo. En nuestras cabezas llevaba 17 días la idea de que un grupo de hombres estaba bajo casi un kilómetro de tierra, y por cada día que seguía avanzando, la esperanza se iba transformando más en los deseos de un milagro que en la certeza de la posibilidad real de verlos nuevamente con vida.
Ya sabemos que están bien. Ahora hay que sacarlos. Pero junto a ellos, desde las profundidades de las rocas, tenemos que sacar la lección inolvidable de que no importa en qué se trabaje, es necesario - y una obligación tanto de autoridades públicas como de los privados- entregar la seguridad y condiciones apropiadas a todos los trabajadores a lo largo del país.
"Estamos bien, en el refugio los 33". Gracias a esas dos líneas, ahora estamos bien, en todo chile, los 16 millones.
"Estamos bien, en el refugio los 33". Fuerte y claro, una comunicación técnica, precisa, sin emociones explícitas pero cargada de esperanza y llena de lo que tantos queríamos oír. Los mineros están a la espera de las manos que los van a sacar de ahí, de los abrazos de sus familiares, del aplauso de todo un país que por segunda vez en el año se vio golpeado por una catástrofe.
Estamos en el momento de la emoción. De sacar nuevamente la bandera y verla flamear con ganas y orgullo, pero no seamos tan chilenos. Vayamos un poco más allá del himno y de las "patitas" de cueca que se han podido ver hasta en las calles de Santiago, y pensemos de inmediato en qué hacer para que los episodios del tipo "San José" no se repitan.
No basta con ver quiénes fueron los responsables de este hecho puntual. Hay que saber actuar y presionar para que en los escritorios del alto mando laboral por fin la conciencia de la necesidad de las buenas condiciones de seguridad eche raíces. Para que, sin importar de quién o quiénes hablemos- mineros, pesqueros, agricultores, etc.- sepamos que se habla de grupos de gente que recibe una protección proporcional a su esfuerzo.
Sí, hay que celebrar, esta bien la felicidad luego de un logro como este. Nuevamente ante la adversidad la gente supo ponerse de pie y nuevamente, la preocupación de todo el país se hizo notar. Pero entre los globos, el festejo y los cantos, démonos el tiempo necesario- sino obligatorio- para evitar nuevos episodios lamentables.
Aunque no soy cercano a las demostraciones de chilenismo de las que tanto jolgorio se ha mostrado a través de las cámaras de televisión, sí creo que es justo. En nuestras cabezas llevaba 17 días la idea de que un grupo de hombres estaba bajo casi un kilómetro de tierra, y por cada día que seguía avanzando, la esperanza se iba transformando más en los deseos de un milagro que en la certeza de la posibilidad real de verlos nuevamente con vida.
Ya sabemos que están bien. Ahora hay que sacarlos. Pero junto a ellos, desde las profundidades de las rocas, tenemos que sacar la lección inolvidable de que no importa en qué se trabaje, es necesario - y una obligación tanto de autoridades públicas como de los privados- entregar la seguridad y condiciones apropiadas a todos los trabajadores a lo largo del país.
"Estamos bien, en el refugio los 33". Gracias a esas dos líneas, ahora estamos bien, en todo chile, los 16 millones.
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