martes, 14 de diciembre de 2010

¡Hurray for Chile!

Llega el fin de año y es tiempo de evaluaciones. No en lo personal claro, creo que a pocos podría interesarle eso. Vamos mejor por la evaluación general, la que nos importa y afecta a todos.

Este año empezó fuerte y esta terminando de igual forma. Ha sido un año de mierda para muchos, un año glorioso para otros (como el que viste la banda presidencial). Un año lleno de sorpresas, malas y buenas, lleno de un nacionalismo estúpido, melancólico, desesperado. Lleno de un sentimiento que no tiene lógica pero que a todos nos gusta, que nos llega a lo más hondo, que se porta como una droga y que por cierto, tiene a muchos adictos.

El papelito de los 33, el pararse del terremoto y el presidente diciendo una y otra vez lo fuertes que somos. ¿Es que nadie se da cuenta de que somos más que nunca una colonia ideológica de Estados Unidos?

Creo que este año, más allá de ser duro en cuanto a lo que nos pasó, ha sido duro para quienes ven cómo nos hemos convertido en algo sin identidad. Ese orgullo, ese pecho hinchado cuando vemos la bandera y nos dicen lo unidos y fuertes que somos no es sino una parte de un circo que sirve para sedar al pueblo.

Este 2010 no ha sido un año digno del bicentenario. Se supone que debieramos sentirnos chilenos por otras cosas. Chilenos por saber enfrentar la adversidad en el refugio de nuestra típica humildad, chilenos por saber callar el dolor en beneficio de hacer que los otros se sientan mejor, no para que "el mundo vea lo que es Chile".

El Chile de hace unos cuantos años no sabía de la "chilean way" ni de mostrarle al mundo nada más que no fuera la calidez que somos capaces de dar. ¿Por qué nos quitan ese derecho? ¿Por que nos quieren hacer amigos de mostrar lo que somos con el afan de ser algo "superior"?

No señores, no somos superiores, no somos especiales. Somos lo que somos. Un pueblo tranquilo, ovejudo, dispuesto a seguir (o aguantar) a un presidente aunque no nos guste, dispuestos siempre a poner la otra mejilla mientras no se metan con la mejilla del otro.

De eso tenemos que sentirnos orgullosos. De ser humildes, sencillos, callados pero activos cuando se necesita que lo seamos. No caigamos en la estupidez de creenos gringos. No caigamos en la niñería de querer ser como otros. No somos los europeos de Sudamérica, ni cercanos o parecidos a Estados Unidos. No lo somos. Somos Chile. Por favor, sigamos siéndolo.

Este 2010 ha estado lleno de tácticas cebollas por parte de los políticos, de intereses bajos, ordinarios y calculados. Ha sido un 2010 de rotos de cartón, de los que se sienten más chilenos por quedar más llenos de alcohol en las venas cuando celebramos las fiestas patrias (aunque prefiero eso antes que la "Paris parade"), un año en que lo único que nos ha faltado es hacer una película en que una catástrofe afecta al "mundo", pero se ve sólo en nuestro país y somos nosotros- obvio- los que salvamos la situación.

No seamos así. Sigamos siendo lo que éramos, los tipos tranquilos de América del Sur, los que hacemos las tareas, a veces mal, a veces bien, pero las hacemos. Si vamos a imitar algo de afuera, que sea lo bueno, la solidaridad de verdad, esa que mostró Bolivia cuando nos dio agua o cuando hicieron una teletón para nosotros por el terremoto. Uno de los países más pobres de Sudamérica nos ayudó ¿Y nosotros? Dale con la manía de imitar el modelo de un país "desarrollado".

¿Qué va a venir después? ¿Un presidente negro? Mejor sería uno mapuche. Pero ellos no nos sirven, porque los mapuches son feos, son sucios, son ignorantes, ellos no son chilenos...¿verdad?

El año del bicentenario, de los 200 años como república independiente, y seguimos teniendo deudas históricas con nuestros aborígenes- que no son sólo los mapuches por cierto-. Seguimos violando la Isla de Pascua, talando bosques en bien "del progreso" y sintiéndonos chilenos porque una bandera rajada y llena de barro salió en el New York Times.

Seguimos emocionándonos cuando el nombre de nuestro terruño aparece al rededor del mundo, cuando el presidente habla y muestra un papelito frente a la mafia de la ONU, cuando un minero grita el "ceacheí" en Hollywood. ¿Eso es ser chileno? ¿Eso es el espíritu del bicentenario? Si es así, no quiero sentirme chileno.

Si la identidad del país va a depender de la ignorancia y la pelotudéz colectiva, entonces me resto de la fiesta. No, gracias. No quiero el circo a lo gringo, no quiero mostrarle al mundo lo fuertes que somos por aguantar "el quinto terremoto más fuerte de la historia" ni sentirme orgulloso porque en japón hablaron de un rescate en el que participaron personas de todo el mundo pero que queremos hacer aparecer como que fue algo netamente chileno.

Si a ustedes les gusta la idea de enorgullecerse por alguna de las cosas que nombré, alla ustedes. Yo me siento orgulloso de las mujeres que crian a sus hijos solas porque el maricón del marido se fue, o porque se lo toma todo. Me siento orgulloso de la gente del sur que después del terremoto se paró en silencio y ayudó al que tenía al lado. Me siento orgulloso de los que quieren de verdad algo mejor para Chile, sin la necesidad de imitar a otro país, como si no tuviéramos una identidad o recursos suficientes para hacer algo por nosotros.

Los chilenos de la "Paris parade", los "dog lovers", los "chilean way", pueden irse -invitados por mí, con pasaje de ida y sin vuelta- un buen rato a la mierda.

¡Viva Chile! (Sin el "mierda" porque ya lo manosearon).

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